domingo, 7 de noviembre de 2010

I

Tanta inútil veneración a lo lógicamente inadmisible, que se divide repartiendo la democracia de la existencia que no es más que la duda, la que es divisible solo en la medida de formar parte de otra-nosotros mismos-. El aire que corrompe figuras al chocarlas y volverlas su aire: esa corriente dotada de una mediocridad llamada percepción ¿Qué nos queda del otro que no es mas ni tampoco menos que una representación factible del presente construido y des-fragmentado? Para nosotros solo hay una forma de olvidarnos completamente: y es viviendo.

Toda añoranza de lo que no se tiene es la producción vernácula de lo que podría tenernos a nosotros.

(En el arraigo me encuentro desnuda, sin mas posesión que mi cuerpo que es pensamiento, y el pensamiento se me vuelve un destello del pequeño momento en que la construcción es el pasaje de volverse pensamiento de nuevo)

Los puentes me llevan a otros puentes. El río ondula con los mismos fantasmas. Me río de las mismas desgracias. (quiero evitar pactar el sentido con una)